Allá donde terminan las estrellas

Desde el jueves por la tarde no ha sido nada fácil hacerse a la idea de que alguien a quien conoces desde niño se vaya de este mundo, no sé muy bien a donde, tal vez, como decía el poeta, allá donde terminan las estrellas. Es igual, siempre nos queda esa esperanza del premio después de la muerte, sobre todo cuando nos deja una persona buena, en toda la extensión de la palabra. Que como escribía Antonio Machado de sí mismo en el poema El Olmo: «Y más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy en el buen sentido de la palabra, bueno».

Sé que a tí Paciano te encantaba la poesía y que leías a Antonio Machado, por lo que ahora me permito la licencia de asignarte a ti, como si las hubieras escrito tú, esas palabras. Seguro que me lo permites, con esa sonrisa que siempre te acompañaba. Siempre, y que como tal quedará perenne no tan solo en mí memoria, también en la de todos los que tuvimos la gran suerte de conocerte y de disfrutar de tu alegría, de tus palabras amables cuando nos ponías un café. Aunque un errante de la vida como yo, no pisara en el bar en un año. Siempre con la misma amabilidad, como si terminara de salir por la puerta y se me hubiera olvidado tomar ese café.

Ahora, pero sobre todo desde que me llegó la noticia de tu muerte, necesito escribir estas letras, porque solo aquí soy capaz de escribir lo que mi corazón y mi mente siente. Lo siento, perdona, pero soy así, no puedo evitarlo. Se que tu familia tal vez me lo reproche o puede que lo apruebe. No es morbo, ni mucho menos. Es mi blog personal, mi sillón de psiquiatra particular, donde suelto mis fobias y mis filias, para que a partir de ahí cada cual saque sus propias conclusiones. Me da igual, yo -permite el egoísmo- quedo tranquilo conmigo mismo que también importa.

Por eso, amigo, que sepas que te fuiste, como siempre, demasiado temprano, porque la muerte siempre es injusta. Pero más cuando se lleva a las personas buenas. Esas que no queremos que se vayan nunca, que vivan años, convertidos en cientos, que conserven mientras estén entre nosotros toda la salud y la memoria para contarle a este niño de 56 años aquellas historias de juventud tuya que me contabas y mirarte y oirte con la imaginación-fotografía, como si las estuviera viviendo contigo. Por eso nunca asimilamos del todo que, como decía, las personas ante todo y por encima de todo buenas, se vayan antes que nosotros.

Desgraciadamente así fue. Esta mañana la Iglesia del pueblo se quedó más pequeña que nunca, a pesar de parecernos grande siempre, para tu despedida, eso es la mejor muestra de que cuando nos deja una persona buena, acudimos a su funeral en masa, en respetuoso silencio, con el alma y el corazón rotos por la partida.

A partir de aquí ¿Que más puede decir este niño grande?, ¿Este mal juntador de letras? Todas las palabras serán pocas, incluso puede que nos parecieran escasas. Paciano, desde allá donde terminan las estrellas, en noches de verano o de cualquier estación miraremos al Cielo y si nos fijamos bien, veremos siempre tu sonrisa permanente. Un abrazo, y permíteme esta despedida de camionero. ¡¡¡BUENA RUTA!!!.

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2 mensajes en “Allá donde terminan las estrellas

  1. Gracias Julio de parte de la familia de Paciano.Con tus letras has logrado definir a mi padre y ‘el donde este,sabe cuanto le queriamos no solo su familia sino todos aquellos que fueron a despedirle y muchos que no pudieron.Desde aqui queremos dar las gracias a todos y sobre todo a ti Julio por estas bonitas palabras que le has dedicado.

  2. ¡Hola Alba! No tienes porque darme las gracias. Paciano siempre estará en nuestra memoria. Era lo menos que podía hacer y yo es la única manera en la que consigo expresar lo que siento. Un abrazo para ti y toda la familia.

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