Carta a los incrédulos

Estimados incrédulos: Permitidme la libertad que me tomo de escribiros la presente carta, pero el objetivo es sincerarme, algo habitual en mí, porque sabido es que si no suelto lo que pienso ya no me quedo tranquilo para poder conciliar ese apetecible y merecido sueño. Así, que sin mas preámbulos allá voy, con la esperanza de que al menos tengáis la deferencia de leerla, luego -faltaria mas- soy libres de seguir en vuestra incredulidad, apatía, escepticismo, reserva mental o como tengáis a bien llamarlo. Veamos:

Resulta que tengo mas que comprobado que vosotros, los incrédulos, y también alguna del sexo femenino, -que no se me ponga celosa por no acordarme-, pues eso, que sois fieles discípulos de Santo Tomás, aquel apóstol que, según el Nuevo Testamento, tuvo que meter las manos en las heridas del pecho de Jesucristo para convencerse de que era Él y que había resucitado. Si, porque sois a la par tan incrédulos, escépticos y reservados mentalmente que no os creeis a veces ni vuestras propias palabras. Dais por falso todo aquello que cae en vuestras manos a modo de lectura, de imagenes y de tanta información como nos vemos obligados a soportar hoy en dia, queramos o no. Que, a lo que iba, la daís toda por falsa, manipulada, interesada, sensacionalista, irreal, imaginaria y producto de las mentes mas retorcidas.

Puede que tengáis vuestra parte de razón a veces, porque si, es verdad que tanta información se presta a la manipulación y el engaño. Sin ir mas lejos, y mas en verano, vemos como, sobre todo en las redes sociales, se entierran todos los años por estas fechas a las mismas personas. Por ejemplo, al tristemente fallecido Don Emilio Alberto Aragón Bermúdez, mas conocido por «Miliki», que dejó este mundo el 17 de noviembre de 2012. Le dan por muerto todos los años, incluso varias veces en el transcurso del mismo año, y nos lo presentan como una «exclusiva» de última hora. Pero eso tiene su lógica y singular explicación. Tenemos tendencia a leer poco, y quedarnos solo con el titular y, a ser posible la foto, para compartirla inmediatamente, aun a riesgo de que nos llamen la atención, pero ahí queda, no vaya a ser que por si acaso, a lo mejor, es posible, que hasta puede, que sea cierta, que eso de la duda es muy español.

Pero en fin, que le vamos a hacer si nosotros los de este país somos en general incrédulos, casi hasta por naturaleza, y la verdad es que motivos no nos sobran, sobre todo viendo el panorama político actual. Pero esa es otra historia, que me largo por los Picos de Europa. A lo que voy, estimados incrédulos. Que no, que no todo es mentira, aunque sea necesario citar aquí los versos de Ramón de Campoamor que dicen: «Y es que en el mundo traidor, nada hay verdad ni mentira; todo es según el color, del cristal con que se mira». Pero como podéis analizar detenidamente en estas palabras escritas por el poeta, hay a la vez, mucho de verdad, pero tampoco toda. Porque siempre hay algo de cierto en todo y también aquello que nos hace crecer la duda. Pero de ahí a ser absolutamente incrédulo de todo, poner en tela de juicio y duda informaciones ciertas, negar la realidad palpable y visible y emperrarse en que todo es falso, sensacionalista, manipulado interesadamente, y todo lo demás, hay un abismo muy grande.

Tan grande que, sinceramente, no puedo por menos de sentir pena y compasión por aquellas personas tan fanáticas de la incredulidad que, imagino, vuestras mentes tienen que ser un auténtico suplicio, un sinvivir, y algo realmente espantoso. Porque una cosa es enterrar todos los años a difuntos, algo que demuestra todo un estudio sociológico de ese carácter tan español de dar por cierto todo, aunque tenga 4 años, empeñarse en hacerlo actual y airearlo a los cuatro vientos digitales, por no perder unas milésimas de segundo en leer la fecha de la noticia, y otra muy diferente es que todo, absolutamente todo, tenga que ser mentira o puro sensacionalismo. Aunque cierto es que lo hay, incluso quien vive permanentemente en el peligroso filo abismal equivocado de no contrastar, pero allá él y sus riesgos. Lamentablemente en este país es líder de audiencia televisiva un «programa» seguido por millones de espectadores a los que les preocupa más la vida de personajillos cuyo mayor mérito fue pasar una noche de desenfreno con otr@ como el-la, que el futuro de sus vidas y el de sus familias manejado por aquellos que les interesa que el pueblo este distraido.

Así que nada, estimados incrédulos, allá vosotros y vuestro tormento mental, pero sinceramente creo que deberíais abandonar mas de vez en cuando la incredulidad permanente y creeros algo de lo que caiga en vuestras manos o ante vuestros ojos, es sano mentalmente y viene muy bien creerse hasta lo que estáis viendo o viviendo, aunque sea tan solo eso, de vez en cuando. Como siempre ¡¡¡BUENA RUTA!!!.

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Un mensaje en “Carta a los incrédulos

  1. Comparto de pleno tus palabras. El problema ya no es que el incrédulo no crea, o no quiera creer.
    El problema es cuando hacen bandera de sus formas y acaban por trasgibersar tus palabras y comentarios por algo que no tiene nada que ver con lo que has expresado.
    Lamentablemente van asociadas las formas de «porque yo lo digo y es así» con el tema incredulidad. No es siempre pero hay una gran mayoría.

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