En un año como este 2.019, cargado de elecciones generales, autonómicas, municipales y europeas; en las que nuestros oídos se han tenido que acostumbrar, o no tanto, a discursos, proclamas de todo tipo, y una llamada generalizada por todos los partidos políticos, a las urnas, poco o nada hemos oído hablar del transporte y sus problemas, tanto actuales como futuros, que lo son, y muchos.
Este país nuestro ya se ha acostumbrado a una realidad, más o menos cotidiana, con política por todas partes y de todo tipo, con noticias que llaman más o menos la atención de oyentes y telespectadores, pero siempre con esa particularidad única que tienen todos los medios informativos en España, en los que las noticias de hoy son olvidadas al día siguiente, o cuando otro titular llamativo y espectacular tapa al resto.
Poco o nada han recogido, más allá de los accidentes en los que está implicado un camión. Hoy mismo no puedo por menos de sorprenderme, por la absoluta ignorancia de los periodistas. Incapaces de distinguir entre un camionero y un transportista.
Metiéndonos a todos en el mismo saco con la polémica de la reforma del ROTT, y la exigencia de poseer el título de F.P. o el Bachillerato para acceder, los aspirantes nuevos, al título de transportista, que faculta al poseedor del mismo para ejercer como nuevo empresario a la profesión. Pero no para los conductores profesionales, que bastante tienen con gastarse el dinero en adquirir los diferentes carnets, acompañados del correspondiente curso de capacitación profesional (CAP). Mezclándolo todo con la falta de conductores, dicen que 15.000.
Olvidándose, interesadamente, o no, de los bajos sueldos y las condiciones de trabajo. Dias, semanas y meses fuera de casa. Principalmente para que a, aquellos «antonios» que ahora mismo viajan rumbo a las vacaciones, nos vean como un estorbo en las carreteras. Porque cogen el automóvil una vez al año para viajes largos. Mientras nosotros nos quedamos obligatoriamente aparcados para que ellos circulen. Como si todo lo que llevan en el maletero, lo que compren por el camino y a su llegada a destino, se lo hubieran llevado para ellos en exclusiva en helicópteros.
Del mismo modo que no se arma cualquier revuelo correspondiente en esos programas de la televisión sensacionalista de las mañanas. No sea que vayan a perder audiencia, y manden a un reportero a preguntarle directamente a los camioneros.
Tranquilos compañeros de la ruta. Que todavía no veremos a un/a periodista subido en la cabina de un camión pasando penalidades diarias a nuestro lado. Mostrando a esos «antonios» la verdad. Si, que también somos personas, tenemos familias y vidas, que viven con la mima pasión e incertidumbre nuestros problemas, eso sí, en tiempo real.
Tranquilos, que pocos homenajes veremos a los compañeros fallecidos, auténticos profesionales del volante, cuando tristemente nos dejan, ya sea por un lamentable accidente o una enfermedad propia de nuestros años en las carretera; en esos canales sensacionalistas de las televisiones.
Eso sí, primará mucho más los dimes y diretes de famosillos de «bragueta», como la Belén Esteban, o la boda de un futbolista con una modelo y presentadora. De esas y esos que ahora se han convertido en «Influencers» o «Youtubers», porque graban al minuto sus vidas y las cargan en redes sociales con productos que se convierten milagrosamente en «tendencia».
Ironías aparte, como camionero que está cada día subido en un camión, que ve y siente en sus propias carnes los problemas que padecemos por todas partes, no solo los propios, también los del resto de compañeros de carretera. Uno, puesto a comparar unas noticias con las otras, no puede por menos de sentir cierta vergüenza ajena, de cómo esta esté país nuestro, en todos los aspectos.
Dejando de un lado la corrupción y el que aparezcan Pilatos por todas partes lavándose las manos públicamente, creo que es de recibo que también se nos dedique a nosotros al menos diez minutos en los informativos, o por parte de algún político. Para que los camioneros seamos noticia no solo por los accidentes, también por los robos, que todos somos víctimas de ellos, la falta de seguridad en aparcamientos por falta de vigilancia, tanto pública como privada y todo lo demás.
Que el personal anda muy cabreado últimamente. El día menos pensado nos levantaremos con una noticia trágica, en la que algún compañero harto de padecerlos, acabada su paciencia, hastiado de la poca vigilancia en aparcamientos y áreas de descanso, se tomará la justicia por su mano. Que conste que, a pesar de todo, yo no deseo que ocurra, pero tal y como está el panorama, cualquier cosa puede ser posible.
Del mismo modo que vemos noticias que, hasta nos pueden provocar risa, del tipo: “Conductor multado por no guardar la distancia de seguridad al adelantar a un perro”, que sí, que es real, no me la invento, al igual que otras absurdas en su contenido, también se podían tomarse la molestia los periodistas, que ejercen como tal, de dedicar alguno de sus trabajos a la otra parte del transporte.
La que sufre el cabotaje despiadado por parte, no solo de las empresas de los países del Este, también aparentemente nacionales, dispuestas a quedarse con todo, con sueldos de miseria y conductores como esclavos viviendo meses en una cabina por toda Europa sin visitar sus casas, incluso haciendo del camión su vivienda permanente, tan solo para engordar las cuentas de resultados de las multinacionales del sector.
Convertidos como todos en un número más, tele-dirigido vía GPS con control permanente, incluso hasta para que no se haga ni un kilómetro de más, ni consuman un litro más de gasóleo del que sus empresas les marcan como obligatorios.
Es tal el desconocimiento de la población sobre la realidad del transporte que uno alucina, tal vez porque los ciudadanos siempre tienen en las estanterías todo lo que quieran comprar. Si algún día no hay un producto determinado, seguramente será porque el camión no llegó a tiempo en unos horarios marcados por otros, pero así todo en la cadena del consumo, tanto en supermercados, fabricas, hospitales y demás.
Que alguien imagine que ocurriría si cada día no saliéramos a la carretera con nuestros camiones, que piense en el caos correspondiente. Pero no solo los ciudadanos de a pie, también los políticos. Por cierto, entre los primeros también estaría ese tipo de prensa que nos utiliza interesadamente, pero equivocada e ignorante. Incapaces de distinguir entre un camionero, un transportista y una empresa de transportes.