Hoy desde el Pais Vasco, continuando con esta vuelta semanal alla donde el destino me lleve -y Pepis y Manolitos- me envien. Venia yo pensando mientras capeaba desde Cataluña esta Ciclogenesis Explosiva -o como diablos se llame-, que cuanto se hechan de menos a veces esos sitios en los que sueles parar habitualmente. Yo que soy un animal de costumbres, siempre paro en los mismos lugares, restaurantes o bares de carretera. Alli donde te reciben con una sonrisa y una amabilidad unica, donde la comida y el servcio les convierte en lugares unicos e irrepetibles. Me acuerdo ahora, asi de pronto, del Cafe Bar Raquel en Penagos, Cantabria, o del Mariano en Calamocha, por ejemplo. Esos sitios que en realidad son los que se merecen como minimo dos estrellas Michelin de verdad.
Y no esos otros de postin, donde antes de sentarte en la mesa ya estan pensando en cuanto te va a costar la broma. Aunque en esto de los precios, como muchas cosas en la vida, todo es relativo. Por ejemplo, pagar 11 euros por un menu -esa es mas o menos la media- puede resultar muchas veces barato, en cambio en otros sitios, pagar 7 puede ser muy caro. Merece la pena muchas veces darse media vuelta y buscar otro sitio, si el tiempo lo permite y las prisas y el reloj -el eterno enemigo- lo consienten.
Porque ahora viniendo hacia aca me he dado cuenta que como pasan los años. Precisamente el pasado dia 2 de este raro mes de febrero hace 33 años que este leones salio a la carretera por primera vez. Ahora a mis 54 y con esta mala salud de hierro que me acompaña aqui sigo y tal como estan las cosas es muy posible que si la mala salud esa me sigue acompañando y San Cristobal me sigue tendiendo un capote de suerte, aun me queden de currar otros 33 mas porque esto de la jubilacion, la verdad, se esta poniendo un poco chungo. En fin que me enrollo y me voy por las ramas.
Pues eso, que hay sitios en los que se agradece que existan y poder parar. Porque por una hora, o mas, te sientes como en tu casa. Porque al fin y al cabo a mi cuando me preguntan donde vivo siempre contesto lo mismo «EN EL CAMION». La otra, la casa de cada uno -o del banco- no es mas que la parada y fonda para reponer ropa un poco de descanso y otra vez a la carretera. !Hay si ahora me dieran tan solo 3 centimos de euro por cada kilometro que este cuerpo lleva encima!. Seguro que ya no me preocupaba la jubilacion.
En fin que, ¡GRACIAS DE TODO CORAZON! a esos lugares por existir, por estar siempre ahi, por una sonrisa de amabilidad, por la paciencia que tienen para aguantar nuestras neuras, fobias y filias de estos camioneros cargados de soledad y horas interminables de kilometros y de carretera. Por hacernos sentir por unas horas mucho mejor. Que no es poco. Que el santo de los dueños y camareros -que existira seguro- porque este es el pais con mas santos del planeta, les siga protegiendo y esta maldita crisis les pase de muy largo, es mas, que ni siquiera les roce ni a 30.000 kilometros.