¿Cuantas veces hemos oído estas tres palabras? Da igual que sea después de presentarnos para cargar o de haber dejado la documentación para la descarga. Seguidamente llevado por nuestra buena voluntad tendemos a creernos que la llamada se producirá en unos minutos, da igual que no sea la primera vez que visitamos esa empresa, incluso que conozcamos sobradamente su mala fama, siempre guardamos la esperanza de que ese día tal vez sea diferente. Los minutos se convierten en horas, aumenta la impaciencia. Volvemos de nuevo a recordarles que estamos allí.
A veces esta segunda visita tiene el efecto que esperamos, pero otras se produce el contrario, malas caras, les incomoda nuestra impaciencia, recurrimos al teléfono para tratar de agilizar la espera. Cumplimos las normas de nuestra empresa y dejamos que sean ellos los que den la cara. La mayoría de las veces buenas palabras, hasta que llega el momento en el que ya no contestan al teléfono. Pero no, ellos tienen que quedar siempre en buen lugar. De nuevo nos pasan la papeleta para que seamos nosotros los malos de la película. A ponernos entre la espada y la pared; no discutir nunca con los clientes, pero comernos el marrón de la espera. Después cuando les corra prisa volverán a descargar contra nosotros su impaciencia.
A lo largo de los años hemos ido llegando a esta situación, mucho hablar de paralizaciones y de su cobro, pero nadie lo aplica, todo lo contrario, sumisión y mas sumisión. Que nadie se disculpe echando la culpa a otros, que todos en mayor o menor medida tenemos la nuestra, la realidad es la que es y lleva camino de seguir empeorando. Quejas hay y habrá de todo tipo, lo que importa ahora son las soluciones, el ponerle el cascabel al gato, como suele decirse. Terminar de una vez por todas con esta situación en la que nos encontramos.
Parece mentira que teniendo el poder que atesoramos tengamos que sufrir continuamente el desprecio por todas partes, ya no solo en estas situaciones, en muchas otras que todos conocemos y que desgraciadamente seria muy largas de enumerar, demasiado, porque tan solo una ya seria motivo mas que suficiente para movilizarnos todos para terminar con ella. Hemos llegado a una situación en la que la dignidad de la profesión brilla por su ausencia, no somos mas que simples marionetas a merced de cualquiera que se considere con un poco de autoridad para humillarnos.
Y lo peor de todo es que seguimos consintiendolo. Estamos en un punto en el que lo único que nos preocupa ya es no coger fama de conflictivos, sometidos a las presiones por parte de cargadores y jefes, con la amenaza constante de recibir broncas e incluso el despido, como siempre los malos de esta película que ya dura demasiado.
A partir de aquí tenemos que tener muy claro que solo en nuestra mano están las soluciones, la unión es la palabra clave, y comenzar de una vez por todas a dar los pasos que sean necesarios. No podemos seguir consintiendo el desprestigio y la falta de dignidad de la que estamos siendo objeto. Las humillaciones constantes, a diario. Haciendo de almacenes cuando a ellos les interesa. Marcándonos el ritmo de acuerdo con su conveniencia. Las empresas pequeñas, medianas, y no tanto, sometidas a las exigencias de las multinacionales. Los conductores asalariados entre la espada en la pared, en la gran mayoría de las ocasiones, sufriendo directamente las consecuencias. Imagino que a partir de aquí, cada uno tendremos nuestra propia versión sobre esto, lógica por otra parte. Pero que nadie me niegue que es una realidad que sufrimos a diario. ¡¡¡BUENA RUTA!!!.
No se ni donde ir ni que hacer, he sido amenazado con una pistola, me he pegado con el jefe de trafico, twngo 54 años y 28 en el oficio, stoy arto, ni centrales sidicales, ni abogados ni compañeros, amando el mundo del camion ESTOY ARTO, no dejo de luchar pero estoy arto de tanta vejacion teniendo la importancia que tenemos, saludos