Las nuevas peticiones, declaraciones, mociones municipales y reivindicaciones para que León, Zamora y Salamanca tengan reconocida su propia autonomía como País Leonés, desgraciadamente llegan 42 años tarde, demasiado tarde, lo cual convierte todo esto en que sea casi imposible que se haga realidad pero, como todo en esta vida, no es imposible.
Llega 42 años tarde porque cuando en el año 1978 se constituyó la pre-autonomía de Castilla y León, una vez más, para no variar, los políticos que entonces estaban electos en las tres provincias, miraron para otro lado. Especialmente los de la provincia leonesa, con Rodolfo Martin Villa al frente, entonces Ministro de Interior, curiosamente nacido en Santa Maria del Páramo.
Una vez más, León mira para otro lado, se somete con esa especie de «complejo de inferioridad» a los gobernantes que no viven en la provincia, y ahora parece que han despertado 42 años después, para darse cuenta de que las tres provincias han sido desmanteladas, la población ha envejecido, los jóvenes continúan marchándose y, ahora ya formamos parte de esa denominación que no me gusta nada y que se ha puesto de moda: «la España vaciada».
¿Vaciada de qué? Vaciada de ideas, de proyectos que tengan futuro, de mirar únicamente a las zonas rurales como si todos fuéramos agricultores y ganaderos, con infraestructuras viarias, de comunicación telefónica y digital tercermundistas, de desmantelamiento de la sanidad rural de una forma despiadada, sin alternativas reales y fiscales que estimulen a esos jóvenes a quedarse e intentar progresar en la tierra que nacieron, y todo lo demás, en una España de las autonomías, que en muchos casos lo que han hecho es crear nuevos centralismos.
Sobre todo en aquellas autonomías que engloban muchas provincias, sino que les pregunten a los habitantes no solo de León, también de Cuenca, Teruel, Almeria, Orense, Lugo, Salamanca, Soria, Segovia o Zamora, -por citar solo algunos ejemplos-, qué piensan del trato que reciben de sus gobernantes autonómicos.
No es que esté en contra de las Comunidades Autónomas, ni mucho menos, que no se rasgue las vestiduras nadie, tan solo se trata de reflejar una realidad. En el caso de Castilla y León, uno de los problemas es esa «Y griega«, que sangra a los leoneses. Ya no se dice o escribe en muchos casos «castellanos y leoneses» o «Castilla y León», sino «castellanoleoneses o Castilla León. Pero no es tan solo una cuestión semántica. Desgraciadamente, es mucho más que eso, ni tampoco esa especie de complejo de inferioridad con respecto a Valladolid.
La realidad industrial, poblacional y palpable es que en esta Comunidad Autónoma, solo prima en intereses económicos, políticos y de futuro, el eje Valladolid, Palencia, Burgos. El resto desmantelado industrial y poblacional, lenta y dolorosamente.
Ante esta nueva reivindicación de una autonomía propia, que está muy bien, han surgido voces políticas y absolutamente ignorantes que producen vergüenza ajena. El ex-presidente de la Castilla-La Mancha José Bono Martínez afirmó: «No se pueden crear nuevas fronteras en Cataluña y León». Mire usted señor Bono: Los leoneses no quieren la independencia de España, nos sentimos muy españoles y no queremos un país propio. Tan solo pedimos, entre otras muchas cosas, que las tres provincias tengan futuro, que no sigan desmanteladas, olvidadas cada día más, que las personas que vivimos en las zonas rurales deseemos y luchemos por quedarnos en ellas porque vemos futuro, no solo para nosotros, principalmente para nuestros hijos.
Que no nos entren ganas de marchar porque pagamos más impuestos que los habitantes de las ciudades, pero recibimos unos servicios, repito, tercermundistas. No es justo que una persona que vive en la meseta o en la montaña, ya sea leonesa, de El Bierzo, Zamorana o de Salamanca pague, por ejemplo, más que un habitante de La Castellana en Madrid por tener cobertura 3G en el telefono, como mínimo, para luego no tener cobertura o quedarse semanas sin ella.
No es justo que paguemos los mismos o más impuestos que un habitante de Madrid capital, Valladolid, Barcelona o cualquier otra ciudad, para que se desmantele sin piedad y por puros intereses económicos la sanidad. No es justo que ahora, nuestros mayores se tengan que subir a un autobús y recorrer, como mínimo, 35 kilómetros para ser atendido por un médico. No es justo que no haya hospitales comarcales y tengamos que vernos obligados a masificar las urgencias de los hospitales de las ciudades. No es justo que no se estimule fiscalmente a los jóvenes para que inviertan y creen riqueza y empleo en las zonas rurales. No es justo que desde que tienen conciencia de la realidad que ven a diario, su única meta sea salir de la tierra que les vio nacer.
Podría seguir alargando las injusticias, pero las anteriores son tan solo unos ejemplos. Que les quede claro a los políticos de Salamanca, Zamora y León, sean del partido que sean, que no se puede intentar convencer con mentiras en campañas electorales, para terminadas estas, seguir haciendo lo mismo que sus antecesores, mirar para otro lado. Así que, aunque las reivindicaciones de una autonomía propia para las tres provincias, llegue 42 años tarde, el descontento social de los ciudadanos que las habitamos, puede dar un vuelco radical y convertir esas demandas en una realidad, porque el deber principal de un gobernante es hace realidad las demandas de los ciudadanos que les votaron. Pero si no lo hacen, la solución es muy fácil, se cambian democráticamente por otros que se dejen la piel en hacerlas realidad.
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