Siguiendo con esta serie de Memorias de la carretera, hoy me viene a la misma la de alguien que trabajo practicamente toda su vida en la misma empresa hasta que le llego la merecida hora de la jubilacion. Un amigo con todas las letras, compañero donde los haya -por mucho que trabajara para la competencia-. Un CAMIONERO con toda las letras, un persona en la que fijarse y tomar como ejemplo de lo que debe ser siempre alguien que se denomine siempre como tal. Manuel, esta vez si, nombre real.
A pesar de que hace mas de un año que no nos vemos, se por otros que esta disfrutando de su merecido retiro, tal y como el habia planificado. Disfrutando con su esposa, hijos y nietos. Con esa sonrisa permamente de andaluz viejo que dejo toda su vida laboral aqui en Navarra. Cambiando de vez en cuando Burlada por el paisaje mas alla de Despeñaperros. Sencillamente porque esto de ser camionero es algo mas que una religion de la que eres fanatico. Se nace, o se hace uno camionero, pero ya lo eres toda la vida, siempre. Tal y como yo he comprobado en compañeros merecidamente jubilados, con mas de 80 a sus espaldas, subirse con toda la admiracion y perplejidad del mundo a la cabina de un camion nuevo y soñar por unos instantes que vuelven a la carretera, que ya no es en aquellos camiones de la posguerra. Cuando -entonces si-, ser camionero era sencillamente ser admirado y respetados por todo el mundo, sin distincion de edades.
Manuel es de esos. Entre los muchos que le conocemos siempre se decia lo mismo: «Cuando su jefe fundo la empresa ya estaba alli Manuel trabajando». Porque era cierto, fue el primero en mas de cuarenta años de carretera. El unico que siempre le ponia las pilas al dueño y a sus hijas, niñas mimadas que nunca se subieron a una cabina y que solo se preocupaban de modelitos, estrenar coches y machacar desde la oficina a los conductores. Sin tener ni idea -que conste que no es machismo, solo la realidad- de lo que es este trabajo. Pero con Manuel picaban en piedra del mas duro granito, en acero puro y duro. Sencillamente porque el siempre supo mantenerse en su puesto, sin aspirar a mas. Vio como otros que llegaron mucho despues que el a la empresa que ha llegado a tener mas de 100 camiones, se sentaron en la oficina a dar ordenes a sus antiguos compañeros, con esa prepotencia que hace honor al viejo refran de: «Nunca sirvas a quien sirvio». («Ni jodas a quien jodio») -que añado yo siempre por mi cuenta-. Pero con Manuel no se atrevian, porque les cantaba las cuarenta en dos frases, se daba media vuelta y antes de cerrar la puerta de la oficina siempre les daba la misma despedida: «Vete a la mierda ¡¡gilipollas!!». Me consta que hasta al mismo dueño se lo solto mas de una vez. Y se quedaba mas ancho que largo mientras bajaba las escaleras partiendose el culo de risa.
En una ocasion a un cliente que le metio prisa con la mercancia y luego pretendia hacerle esperar tres horas antes de descargar, sencillamente porque no esperaba que Manuel fuera -como casi siempre-, tan puntual. Le dejo con dos palmos de narices cuando le dijo que se marchaba al area de servicio de la autovia y que volveria despues de que hiciera 11 horas de descanso y que si se le ocurria molestarle veria lo que era un andaluz cabreado. El cliente se lo tomo a cachondeo, total que Manuel le tubo, despues del descanso cumplido, mas de 6 minutos de rodillas, literalmente, suplicandole que abrira las puertas del frigo para descargar porque los clientes no dejaban de llamarle reclamando una mercancia prometida que estaba en el camion.
Tal y como lo cuento. Asi era y es Manuel, un amigo un compañero de sus compañeros, siempre solidario y dispuesto a echar una mano a quien lo precise, Un caballero cuando estaba en la ruta – en mayusculas y de las otras-. Un señor alla donde vaya. Un hombre honrado a carta cabal y alguien a quien tomar como ejemplo. Como suele decirse, sin animo de machismo: «Un hombre que se viste por los pies».
¡¡Suerte amigo Manuel alla donde estes. Salud, mucha salud para ti y los tuyos!!. Te imagino, amigo mirando los camiones pasar y soñando con que eres tu quien va al volante, luego te das media vuelta, te acaricias el bigote, y se que estas pensando: «¡¡Buen viaje compañero alla donde vayas»!!!. Podria escribir sobre ti 3 tomos de la Espasa esa y serian pocos. Esta es mi historia de la carretera. Como siempre desearos: ¡¡¡BUENA RUTA!!!.