MEMORIAS DE LA CARRETERA. 1.

En estos mas de 32 años agarrado a «la rosca» son varias las cosas que he aprendido, pero que se resumirian basicamente en 3. 1.- Cada kilometro es diferente al anterior. 2.- Nunca sabes como terminara el dia por mal que empiece, y 3.- Siempre podras aprender algo nuevo. Pero si algun pequeño «don» tiene este juntaletras es la memoria. Historias personales de gente que he conocido, me han contado personas que no mentian y otras que me han llegado de forma mas o menos directa. Porque esta profesion tiene eso de bueno, que se pasan muchas horas de espera y de buena conversacion, con gente curtida en mil batallas, con arrugas en la piel y en el alma. Camioneros de antes y de ahora, -aunque lleven dos meses en esto-, sencillamente porque despues de todo en la vida personal de cada cual siempre hay una novela -o varias-, si encuentras a alguien que despues de muchas horas de soledad necesita una buena conversacion -a todo nos pasa en mayor o menor medida-, soltar fobias y filias, o simplemente que les escuchen. Asi que aqui iniciare una nueva serie en la que de vez en cuando palmare algunas de ellas. Unas con nombres reales, otras ficticios por deseo de los protagonistas, pero memorias de la carretera.

Nada mejor para comenzar que contando la de un MAESTRO por encima de todo, que desgraciadamente ya no esta entre nosotros, pero del que aprendi en cuantro años de compañerismo mas que en 15 de universidad y doctorado. Cristobal, el gran Cristobal, si a alguien le suena esta historia al leerla por casualidad la entendera.

Cristobal era del Jaen rural, de pueblo, como yo. Llego a Zaragoza poco despues de cumplir el servicio militar donde habia sacado el carnet de conducir, como muchos en este trabajo. Se caso con Maria, como el la llamaba, y los zagales fueron viniendo uno tras otro, hasta a pares, al llegar a 8. Decia el con ese humor tan suyo y el acento andaluz que nunca perdio: «Yo la dejaba embarazada nada mas echar el freno al Barreiros, sin quitarme los pantalones». Le recuerdo despues de 2 años con nostalgia y sonriendo, con el eterno cigarrillo entre los labios, siempre la marca Habanos, negro, que: «El rubio era cosa de maricones», decia sonriendo y si no tenia pues no fumaba rubio. Fuimos compañeros cuando yo alla por el 95 seguia siendo un aprendiz, como ahora, asi durante 4 años mas. Los dos sufrimos esa discriminacion tan cainita y española de ser un leones y un andaluz en una empresa en la que el resto eran de otra region. Tal vez eso fue lo que nos convirtio en amigos, de esos a los que solo cuentas tus intimidades, tus neuras, tus problemas y agonias. El me llevaba 20 años, pero era de esos camioneros que pegaban saltos de alegria cuando pillaban una plataforma con freno electrico, cuando no, pasados de kilos, no habia mas que aquellos frenos de motor que parecian aceleradores cuando te tirabas con 40 grados y mas arrobas a tumba abierta, con el motor a 2500 revoluciones, en velocidad corta, pisando aquel pequeño boton a la izquierda del embrague y la cuesta se hacia eterna. Mirando por el retrovisor y rezando porque no humearan las zapatas, pero si olia a chamusquina, pues nada a dejarse caer a toda leche esperando que enfriaran. A Cristobal le encantaba conducir cuado llovia a mares. «Ahora si que puedo frenar». Podria escribir una novela sobre Cristobal. 

El destino nos separo, nos volvimos a ver una vez en vertical, coincidimos varias por la emisora en ese leve cruce de camiones. Hasta que me entere por un excompañero que Cristobal nos habia dejado apenas 5 años despues de jubilado. Confieso que llore y a la vez rei. Se que esta alla arriba donde va la gente buena. Jugando a las cartas con San Pedro y San Cristobal, el patron. Estoy seguro que los otros dos estaran ahora mismo fumando. Habanos, como no podria ser, riendo sus chascarrillos que ese humor unico de andaluz viejo curtido en mil batallas. ¡¡¡Hasta siempre compañero!!!. ¡¡¡BUENA RUTA!!.

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