Alla por la primavera del año 2001 vivi una experiencia que trasladada a la actualidadd tuvo mucho que ver con los nacionalismos tan de moda ultimamente. Como el otro protagonista de la historia aun se gana la vida conduciendo, para no herir su autoestima, digamos que se llama Iker. Por aquellos años sus ideas politicas se acercaban muchisimo a las de los separatistas vascos. Fuimos compañeros en la misma empresa, asi que no era extraño coincidir en mas de una ocasion en los mismos lugares.
Eran sobre las 12 de la mañana y los dos llegamos a una empresa cervecera de Hamburgo para cargar con destino a unos almacenes en el Norte de España. Como sucedia en muchas ocasiones con los camiones extranjeros nos dejaron para ultima hora. Asi que como se acercaba la hora de la comida y plenamente conscientes de que nuestro aleman era muy limitado, nos dejamos llevar por nuestra propia intuicion y caminamos hacia la ciudad, que no estaba tan lejos, en busca de algun bar o restaurante donde comer mas o menos decentemente. Fue el quien lo vio reclamando mi atencion: «Mira una bandera de España». Efectivamente, al fondo de la calle, en la misma acera de la izquierda, estaba la bandera de nuestro pais. Nos acercamo, en la entrada una placa anunciaba en el primer piso: «Casa de España».
Yo muy serio le dije: «Aqui solo entro yo, tu no puedes pasar porque esta no es la casa de tu pais». A punto de enfadarse me contesto: «Dejate de tonterias y vamos a subir». Pasamos por una amplia entrada que terminaba en un patio lleno de geraneos, subimos las escaleras y nos encontramos con un restaurante con mesas de madera, sillas con asientos anea, adornado con banderas españolas y regionales que hacian honor a la estancia. Nos recibio un hombre que se llamaba Miguel nacido en Extremadura. Despues de las presentaciones a las que se sumo su esposa con la que regentaba el negocio, degustamos unas tapas de embutido y queso mientras ella preparaba la paella. De segundo merluza a la cazuela, que nos supo al mejor de los manjares por mucho que no fuera recien pescada y de postre fruta. La conversacion giro sobre lo mucho que ellos echaban de menos nuestro pais, anecdotas varias y todo lo demas. Quedamos de acuerdo para que despues de cargar volveriamos de nuevo para cenar antes de marchar. Asi fue y para mayor sorpresa nos encontramos acompañados de medio centenar de compatriotas con los que disfrutamos de gastronomia española, vino y la compañia mas agradable que nos pudieramos imaginar. Se negaron, al igual que en la comida a cobrarnos y nos depedimos felices por aquel dia en la Casa de España.
Durante la tarde no deje de darle la tabarra cada poco criticandole sus ideas separatistas. Tambien durante la primera hora del viaje por la emisora. Hasta que dejo de contestarme, entro en la siguiente area de servicio y yo tras el. Se bajo del camion con la cartera en la mano de la que saco el carnet de militante de Batasuna, lo rompio y seguidamente piso la estrella roja revolucionaria de cinco puntas, me miro enfadado y dijo: «¿Vas a parar ya de una puta vez de tocarme los cojones?. Aqui se termina este tema, a partir de ahora hablamos de lo que sea menos de esto o de lo contrario vamos por separado y no te vuelvo a hablar en tu puta vida».
Le pedi perdon por haber sido tan pesado y jamas volvimos a comentar aquel dia de la primavera de 2001 en Hamburgo. Pero tengo que confesar que aquel fue un dia de esos en los que se hizo mas fuerte en mi el convencimiento de la inutilidad de las fronteras, lo absurdo de los nacionalismo y que las peores fronteras son las que estan en la mente de cada uno de nosotros porque se convierten en las mas dañinas y peligrosas. Pero tambien se convencio Iker. ¡¡¡BUENA RUTA!!!.