Continuamente nos quejamos de lo poco que se valora nuestro trabajo en la carretera, lo mal pagado que esta, incluso hasta la ruina económica y personal que a veces supone. Pero nunca -o casi- nos planteamos seriamente la siguiente pregunta ¿Cuanto vale nuestro trabajo? Aquí evidentemente cada cual le pondría una cantidad. Pero no es ese concretamente el objetivo de la pregunta. Si comprobamos como suelen valorar su trabajo la gran mayoría de los profesionales y hacemos la consiguiente comparación, ya tenemos un punto de partida para hacer la valoración necesaria.
Si -por ejemplo- acudimos al taller con nuestro camión sabemos que pagaremos las horas de mano de obra que requiera la reparación. Tres cuartos de lo mismo ocurre con servicios de asistencia, fontaneros, electricistas, médicos, abogados y demás. Valoran su trabajo en función de unas tarifas y las horas necesarias para hacerlo. Es mas, tienen sus horarios laborales bien definidos y nadie pone el grito en el Cielo. Fuera de esos horarios tienen unos servicios de emergencia o en días no laborables con sus correspondientes precios. Ninguno nos quejamos ni armamos el consiguiente revuelo si llegamos a un taller mecánico y se encuentra cerrado porque es la hora de comer. Al contrario, esperamos pacientemente a que abran.
En cambio en nuestro trabajo eso no sucede. Las 15 horas máximas de disponibilidad parecen de permanente servicio y trabajo. Incluso hasta las que legalmente nos corresponderían de descanso. Que nadie se rasgue las vestiduras aquí, que todos mas o menos en alguna ocasión teníamos el tacografo en descanso durante las cargas o descargas y no estábamos durmiendo precisamente. Pero como jamas hemos sido capaces de hacernos respetar; los empresarios han demostrado sobradamente su incapacidad para hacer valorar su trabajo como se merece, ni tampoco los asalariados, pues así estamos.
Si al final de cada semana o mes hiciéramos la cuenta de las horas dedicadas al trabajo, no tan solo a la conducción, y las dividiéramos por el resultado económico final ¿Que precio tendría nuestro trabajo? Lamentable, ruinoso y cercano a la semiesclavitud. Por lo tanto antes de quejarnos públicamente por las desgracias de nuestra profesión, deberíamos ser nosotros mismos los que hiciéramos el consiguiente examen de conciencia, tanto trabajadores como empresarios, y comenzáramos por ser los primeros en conseguir que se valorara y respetara nuestro trabajo tal y como se merece. Los trabajadores para empezar a hacernos respetar y cobrar por el mismo. Los empresarios para hacer sus cuentas bien hechas e imponer los precios que se ajusten al servicio que ofrecen. Aquellos que sean incapaces de hacerse valorar por su trabajo que se dediquen a otra cosa porque están tirando por los suelos, no tan solo su trabajo, también los de aquellos que luchan por hacerse valorar por el suyo.
El principal problema para todo lo dicho anteriormente es la atomizacion en la que se ha convertido el transporte. La selva y la guerra salvaje en la que se ha convertido. Que es la consecuencia principal de la situación actual por la que atravesamos. La cadena que ha convertido el transporte en las condiciones en las que se encuentra. Los «empresarios» y los otros luchando por sobrevivir en ella. Del mismo modo que nosotros los trabajadores, victimas sin provocarlo, de una crisis que nos obliga a aceptar la situación para sobrevivir. Pero estamos como estamos y esta no es la solución, sino es para seguir empeorando. Debemos encaminarnos todos hacia un transporte verdaderamente profesional en todos los aspectos. Tanto de calidad del trabajo como que sea valorado económica y profesionalmente como realmente se merece. Tal y como explicaba al principio que ocurre con otras profesiones. Si conseguimos eso ya habremos dado un paso muy importante en todos los sentidos. ¡¡¡BUENA RUTA!!!.
Unos 5 euros cuando decían que no había crisis ahora mejor no mirarlo