Me comenta un compañero la otra realidad del mundo del autobus. Una realidad que pone los pelos de punta ante las situaciones que tienen que soportar la gran mayoría de los conductores de estos vehículos. Estar conduciendo 10 horas con un autobús que lleva disco de papel en el tacografo, para a continuación pasar a conducir otro con tarjeta digital y continuar con otra jornada de 10 horas de nuevo. Hacer las esperas para hacer relevos en carretera descansando en el asiento de un turismo mientras llega el autobús.
Contratos de 4 horas en las que se realizan jornadas de 15 horas de disponibilidad. Empezar a hacer recorridos para colegios a las 7 de la mañana, llegar a la base de la empresa a las 11 de la mañana. Dar a los trabajadores de baja en la Seguridad Social justo a esa hora y volver a darles de alta a las 4 de la tarde durante dos horas. Para después enlazar con alguna excursión en muchos de los casos sin que el trabajador este dado de alta en la Seguridad Social. Cobrando en dinero negro.
Llegar al extremo de incluir en el sueldo del trabajador las propinas que este pueda recibir por su trabajo, haciendo constar ese dinero como parte del sueldo. Todo esto mientras las autoridades competentes en la materia miran para otro lado y nos presentan una realidad ficticia. Basándose únicamente en las estadísticas que marcan el empleo creado. Sin tener en cuenta la realidad del mismo, ni mucho menos, las condiciones en las que se realizan esos trabajos en la gran mayoría de los casos.
Una realidad que pone los pelos de punta si tenemos en cuenta que esta por el medio la vida de las personas, no tan solo las de los conductores, también las de los pasajeros de esos autobuses. Trabajadores tratados como esclavos, en condiciones tercermundistas, obligados por las circunstancias personales de supervivencia de cada uno en las que no les queda más remedio, en la gran mayoría de los casos, que aceptar esas condiciones laborales con tal de llevar un trozo de pan a sus casas.
Resulta indignante que nadie haga nada. Que los responsables de realizar las inspecciones correspondientes, los sindicatos que deberían defender a los trabajadores, y los gobernantes miran para otro lado cuando se está poniendo en grave riesgo la vida de muchas personas. Aunque también es justo reconocer que nosotros también tenemos nuestra parte de culpa al no denunciar estas situaciones. Puede que en muchos casos no lleguemos a denunciar llevados por la necesidad de conservar el puesto de trabajo, o por temor a las posibles represalias.
Me consta que estas situaciones descritas anteriormente son mucho mas habituales de lo que parece. Desgraciadamente después, cuando se produce un percance en el que esta implicado un autobús, inmediatamente comienzas las especulaciones correspondientes. Crucificando públicamente muchas veces al conductor del autobús. En lugar de realizar las investigaciones necesarias para saber en que condiciones esta realizando su trabajo el compañero. Además para más inri, solemos ser los propios compañeros de carretera, los primeros en entrar en juicios prematuros.
Evidentemente somos meros peones a merced de empresarios sin escrúpulos, desamparados por las autoridades que prefieren mirar para otro lado, centrados únicamente en los datos de estadísticas que poco, o nada, tienen que ver con esa otra realidad que se vive en el dia a dia de una profesión totalmente desconocida por la sociedad e ignorada por aquellos que deberían hacer justicia. ¡¡¡BUENA RUTA!!!.
No entiendo el porque de las jornadas inacabables en el transporte,pero desde el de telepiza hasta el conductor del transporte especiala mas grande que haya circulado por carretera,un colectivo al que les esta prohibido cobrar prductividad,y es lo primero que te ponen delante ,a tanto el km.Regulado hasta la medula,y todos con la cajita de imanes,un obserbatorio de costes para saber a cuanto cobrar, pues tres veces por debajo no lo entiendo
La denuncia en la inspeccion de trabajo es mano de santo,por experiencia.