IMPORTAMOS MUY POCO.

A fuerza de esperar que de una vez la sociedad tenga al menos el detalle de reconocernos algún merito por nuestro trabajo, que el gobierno se digne en acordarse de nosotros para solucionar alguno de los muchos problemas que nos aquejan; que los medios de comunicación nos presten algún día la atención que en justicia nos merecemos, en lugar de ser únicamente noticia cuando un camión o un autobús es protagonista de un lamentable accidente de trafico; a fuerza de todo esto, decía, uno llega a la conclusión de que importamos muy poco, o casi nada.

Tal vez también sea culpa nuestra porque a fuerza de ser sumisos tanto tiempo no levantamos la voz, no hacemos ruido, seguimos comulgando cada día con piedras de molino, tragando sapos y culebras llevados por ese afán de supervivencia que nos mantiene callados, agarrándonos como a un clavo ardiendo al trabajo con tal de seguir llevando un trozo de pan a casa. Aunque sea a costa de mas miseria cada día, de mal comer, de tener que dormir con un ojo abierto para que no nos roben, de tener que tragar cualquier ocurrencia que se le ocurra a cualquier imbécil con tal de que nosotros les hagamos su trabajo. Esclavos cada día mas de nuestras propias circunstancias.

Importamos muy poco, o casi nada, porque, sobre todo, nosotros mismos lo hemos ido consintiendo con el paso de los años. Porque se nos va la fuerza por la boca -como siempre- pidiendo una unión que nosotros mismos somos incapaces de llevar a cabo. Alegrándose algunos de las desgracias ajenas, ignorantes ellos de que esas desgracias que ríen en otros pueden el día menos pensado ser las suyas. Incapaces de plantarnos de una maldita vez y decirle a la sociedad y a los gobernantes que somos un sector primordial para la economía del país. Que somos uno de sus motores principales, que si nosotros paramos la sociedad se para y la vida de los ciudadanos se convertiría en un autentico caos. Que si eso llegara a suceder algún día, es tanto el poder que atesoramos entra las manos cuando agarramos un volante, que el gobierno vendría de rodillas a pedirnos por favor que volviéramos a la carretera, después de aceptar nuestras demandas. Pero somos tan imbéciles que no nos damos cuenta de ese poder, ni mucho menos, sabemos utilizarlo.

Así que de poco o nada vale quejarse en los lugares de siempre, de poco a nada valen las batallitas contadas en corros, ese presumir de que somos la ostia, si no somos capaces tan siquiera de ponernos de acuerdo en una decena de puntos que nos son comunes a todos para iniciar acciones encaminadas a que se solucionen nuestros problemas. Que nadie se auto-engañe acusando a otros de sus males. Que se pregunte primero a si mismo que hace el por cambiar las cosas. Porque mientras todos no hagamos ese examen de conciencia y se nos caiga la cara de vergüenza por dejarnos pisar de esta manera, mientras esto no ocurra y cambiemos radicalmente de actitud, no habremos dado el primer paso para solucionar los problemas que nos aquejan.

Mientras tanto, aquellos que aun creemos que estamos a tiempo de comenzar a intentar cambiar las cosas, seguiremos batallando, para que, al menos, nos quede la satisfacción personal de haberlo intentado y de que nadie nos tenga que echar en cara que no hicimos nada y que no luchamos por nuestros derechos y porque no nos siguieran masacrando. Para que algún día comencemos a importarle algo a la sociedad y a los gobernantes. ¡¡¡BUENA RUTA!!!.

 

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