¡¡¡He vuelto!! como decía el personaje de Terminator. He vuelto -aunque nunca me he ido- siempre he estado con vosotros, eso sí, sin colgar nada escrito por mi en estos más de dos meses y medio. Pero otras ocupaciones me robaban el tiempo, espero que sepáis perdonarme y cual hijo prodigo aquí volveré a soltar -espero que a diario- mis neuras, mis fobias y filias. Pero en esta vuelta habrá cambios. No radicales, tan solo que no daré mucho «la paliza» con el transporte -aunque alguna vez tocara, espero que de manera ocasional- porque el propósito es que Diario de un camionero leones sea eso, un diario, en el que como antes, sea mi sillón particular de psiquiatra en el que juntar letras de desahogo y de compromiso, eso siempre, que ya sabéis que dicen que «la cabra tira el monte».
Pero que nadie espere que esto se vaya a convertir en algo que huela a tele-basura, por mucho que en alguna ocasión suelte alguna pedrada, neura u opinión personal. De esas que todos sufrimos y padecemos. Sobre todo porque me siento muy orgulloso de ser humano, de acertar, de equivocarme, de amar, de ignorar y de sentirme vivo a diario. Con la misma pasión que lo he hecho siempre. Porque después de todo somos eso, personas, y muchas veces aquellas cosas que a simple vista parecen mas insignificantes a los ojos de los demás, para nosotros son lo más importante. Porque nacemos, crecemos y vamos envejeciendo a fuerza de vivencias buenas, regulares y malas. Esas que nos hacen ser como somos.
Así en estos dos ultimos dos meses y medio -más o menos- que estuve ausente de este diario han pasado muchas cosas en mi vida. También buenas, regulares, malas y muy malas. Situaciones que hubiera dado lo que fuera por haberlas vivido antes y otras en las que lo habría dado todo porque no hubieran sucedido. Situaciones que me han marcado para el futuro. Saber quien te quiere de verdad, quien te valora como eres con mis pocas virtudes y mis muchos defectos, quienes te brindan un abrazo y una sonrisa sinceros. Personas que aunque no las veas regularmente sabes que puedes contar con ellas incondicionalmente, porque siempre estarán cuando les llames, les veas y parezca que fue ayer cuando estuvimos compartiendo unas risas y confidencias.
Ver lo dura, cruel, salvaje y miserable que puede llegar a ser esta vida. Sobre todo cuando se lleva al otro mundo a personas que quieres, que llevan tu misma sangre, hombres hechos y derechos (Jose) que se cuidaba, ni alcohol, ni tabaco, ni nada insano, con un bagaje a sus espaldas digno de la mejor biografía. Una persona que -como escribía Neruda- se puede ir al otro mundo diciendo aquello de: «Confieso que he vivido». Pero ¡Joder! que no se vaya tan pronto, que se vaya como tienen que irse siempre las buenas personas, cargado de años, de canas, de vivencias, de años que acumulen un centenar. Pero ¡Jamas! en lo mejor de la vida y sin más, así de repente, dejándote el corazón helado, inconsciente durante semanas, como ido, sin terminar de creértelo y preguntándote una y otra vez ¿Porque?.
En este tiempo, desde la ultima vez que mal junté palabras en este blog, también he descubierto quién es quién en mi vida, aunque en el caso de «algunos pesonajillos» ya lo tenía claro desde hace tiempo. Pero ya se sabe que la vida da muchas vueltas y que -como digo yo- «Este mundo es un pañuelo lleno de mocos» y de todos es conocido eso de «Arrieros somos y en el camino nos encontraremos». Aunque en mi caso no va eso de tomarme la venganza. Basta simplemente con aquello de: «No hay mayor desprecio que no hacer aprecio». ¡Vaya! mirad por donde me han salido unos cuantos «dichos» que decimos los leoneses. Si es que eso de ser leonés marca, y mucho.
Pero todo no ha sido malo, he tenido muchas satisfacciones y alegrías. Simples, pero reconfortantes. Saber, como siempre, que tengo unas hijas maravillosas, unos amigos leales y con un buen rollo impresionante. Ver como te haces cargo de un grupo de jóvenes de ambos sexos de entre 5 y 13 años y en tan solo dos semanas eres capaz de sacar lo mejor que llevan dentro para que se suban a un escenario y sean capaces de representar dos obras de teatro en Navidad y verles la cara que ponen cuando al final de la función la gente en pié les aplaude y les vitorea -aunque se hayan comido frases del texto- y les haya aplaudido y animado cuando se equivocaban presos de los nervios escénicos.
En fin, no quiero aburrir. ¡Joer! decía que no iba a ser intimo y esta vuelta me ha salido un poco intima. Espero que sepáis perdonarme y entenderme. Como siempre, lo necesitaba. Además como mis dedos al teclear tienen conexión directa con el corazón y las entrañas, pues eso. Salen «trullos» como este. Como siempre -eso que no falte- ¡¡¡BUENA RUTA!!!.