A pesar de todo, ¡Feliz Navidad Zabulón!

Si, aunque te pueda sonar raro, ¡Feliz Navidad Zabulón!, sí, porque así te llamaba tu padre cuando le cabreabas. Decía que te tenía que haber puesto ese nombre cuando te inscribió en el Registro Civil, porque él había conocido a un hombre que se llamaba así y era, como tú, testarudo como una mula resabiada.

Espero que disfrutes, a pesar de todo, de esta Navidad, que puedas comer y cenar, aunque sea con parte del dinero que robaste a los clientes, entre ellos a mi. Eso espero, lo mismo que espero que cuando te sientes a la mesa mañana en la cena de Nochebuena, te acuerdes de que hace unos años si cenaste y comiste el dia de Navidad fue gracias a la comida que yo lleve, porque no teníais en la mesa para esa cena y la comida del dia siguiente nada más que una lata de mejillones, un cuarto kilo de bacalao y turrón de baja calidad caducado del año anterior; era todo lo que había en tu casa para tres personas.

Pero, ya ves, todos no somos iguales, incluso algunos tenemos comportamientos nobles, a pesar del daño que nos hayan hecho, personas como tú que nunca han actuado de buena fé. Porque hay que ver cómo cambian los tiempos. Es curioso como se confirma esa teoría que yo tengo de que el Cielo, el purgatorio y el infierno están en este mundo, y que esta vida es como un restaurante del que nadie, absolutamente nadie, se va sin pagar la factura, y tú aún sigues pagándola. Es más, espero que vivas muchos años para seguir pagándola.

Porque seguramente ahora echaras de menos aquellas «faroladas» tuyas de cuando te creías el nuevo Florentino Pérez y recién aparecidos en el mercado los euros, iba tu esposa a la panadería del pueblo con un billete de 500 euros a comprar una barra de pan. ¡Que bien te vendrían ahora esos 500 euros!. Como tambien te hubieran venido muy bien estos ultimos años aquellos langostinos de una conocida marca que solo comía tu gata.

Hay que ver como cambia la vida y termina poniendo a cada uno en el lugar que se merece. Es curioso que la justicia divina se tenga que encargar de hacerte pagar el daño que hiciste. Si, no te cabrees ni te extrañes al leer esta carta. Que es muy cierto aquello que te dijo una vez una persona, eso de que las obras que has hecho en la casa del pueblo las hiciste con el material que hacías comprar de más a tus clientes, entre los que estoy convencido que también estoy yo.

Sencillamente porque hay que ser muy, muy miserable para robar, pero hay que serlo mucho más para robar a tu propio hermano, sencillamente porque en un momento determinado confió en ti y te dejo que le hicieras una casa mientras él vivía a más de 400 kilómetros de la obra y no podía estar controlandote.

No sabes muy bien las veces que me he arrepentido de hacerte aquel encargo. Como tampoco sabes los cabreos que cojo cada vez que veo los desastres que hiciste. Es curioso que alguien que, como tú, que se creía el mejor constructor del mundo, el que iba a enseñar a los albañiles paletos del pueblo como se hacia una casa; tú la hicieras sin utilizar nunca el nivel ni la plomada. Como ahora pasados pocos años todo son averías y desperfectos. Pero como, para colmo, las leyes en este país son como son y marcan unos plazos injustos para denunciar, ahora no puedo hacerlo porque tendría que recorrer la casa piqueta en mano para descubrir lo que se denominan «vicios ocultos».

Pero como, además, tú la dignidad y la honradez nunca las has tenido, y si alguna vez las tuviste, eran verdes y te las comió una vaca, pues en estas estamos. Solo me queda el placer de desahogarme lo mejor que se, escribiendo, y viendo con cierta satisfacción como agachas la cabeza cobardemente cuando te cruzas conmigo, sin ir más lejos ayer mismo. Eso y ver cómo sigue siendo efectiva esa justicia divina que te llevo de creerte el nuevo Florentino Pérez, a no tener que comer.

Lejos quedaron aquellos años de bonanza en que quemabas el dinero negro con viajes al Caribe y comidas y cenas copiosas. De eso a pasar a deberle dinero a todo el mundo. ¡Como cambian los tiempos y se hace bueno eso de que «el que la hace la paga».

Claro que tú y la ilegalidad siempre os habéis llevado muy bien. Recuerda cuando marchaste del pueblo a Madrid y trabajabas haciendo reformas en pisos, sin tener dados de alta en la seguridad social a los trabajadores, algo que seguiste haciendo el resto de tu vida, aunque se muy bien que esa ilegalidad también la acabaste pagando cara, vía tribunales.

Asi que nada, lo dicho, a pesar de todo ¡Feliz Navidad Zabulón!.

¿Tan difícil es entender la vida de los camioner@s?

¿Tan difícil es entender la vida de los camioner@s? Nunca mejor dicho. No ya solo para el ciudadano de a pie, ese para el que somos una molestia y un estorbo en la carretera. Pero mucho más para las personas de nuestras familias y amigos. Convivir con el día a día de un camioner@ no es fácil, sobre todo cuando alguien de nuestro entorno no ha pasado con nosotros en una cabina de dos por dos cincuenta al menos un mes.

Viene este articulo a propósito de una desgraciada y lamentable noticia que me contaron esta semana en Barcelona. Un camionero llega a su casa después de casi tres semanas fuera y vé que su pareja le ha abandonado, desolado y hundido, decide quitarse la vida.

La familia decide que la noticia no sea recogida por ningún medio de comunicación, que se quede dentro del ámbito familiar y de amigos, que no sea explotada como que un camionero se ha suicidado. Su nombre es lo de menos. ¡Dios le tenga en la Gloria!, ¡Descanse en Paz!, ¡Ráfagas al Cielo!.

El drama está servido, una víctima más, despues de conocer de primera mano por boca de quien le conocía toda la tragedia personal, laboral y familiar de un camionero que, por encima de todo era buena persona, que contribuyó con sus viajes, noches de carretera, café, cigarrillos, horas de sueño quitadas a la almohada, y todo lo demas, a tener una casa propia. Afortunadamente en este caso no había hijos que vivieran traumados el resto de su vida por el suicidio paterno.

Este es, tan solo, un lamentable y desgraciado ejemplo, de muchos más dramas y desgracias personales que conlleva la vida de las personas que estamos a diario dándolo todo en la carretera para que, las estanterías de los supermercados estén llenas, las fábricas y almacenes estén sin materia prima, las gasolineras tengan su combustible, el correo y los paquetes lleguen a tiempo, y todo lo demás, transportados en camiones y furgonetas.

Siempre con prisas, porque ahora, hasta las alpargatas de colores son urgentes, nadie almacena, todo es para ¡Yá!. En el transporte siempre se va con retraso en la carretera. Planificadas nuestras vidas por administrativos, jefes de tráfico y «encargadillos«, que en lugar de vernos como alguien imprescindible para su trabajo y respetarnos como merecemos, nos ven como sus esclavos. Sin tener ni repajolera idea de lo que es nuestro trabajo. Juzgandonos desde el más absoluto desconocimiento, porque la ignorancia es la madre del atrevimiento, tachándonos de lo que no somos la gran inmensa mayoría: con calificativos despectivos como: «puteros», borrachos, locos, dueños de la carretera, y todo lo demás.

Absolutamente ignorantes de que l@s profesionales acarreamos sobre nuestras espaldas, fracasos matrimoniales, tenemos que ver crecer a nuestros hijos cada quince días o más, a plazos. Pidiendo al Cielo que nuestras parejas sepan entender y valorar nuestros trabajos. Con el volante entre las manos, pero con la mente en el banco, en la familia, en el jefe que no nos valora como nos merecemos y nos trata como si fuéramos una pieza más del camión, etc… Mientras nuestras familias cuidan de la nuestra con un ojo en los hijos y otro en la teleDándoles una vuelta el corazón cada vez que se enteran de un accidente en el que está implicado una furgoneta o un camión.

Porque como no hacemos ruidonos lo hacen esos «antonios»,- sí en minúsculas porque lo merecen-, que van por la carretera móvil en mano porque tan solo salen de su aburrida vida en vacaciones y puentes, víctimas de esta tecnología en la que está de moda tener un minuto de gloria en televisión, aunque para ello tengan que matar y como en la canción del maestro Sabina que cantó en Que demasio al delincuente «El Jaro»: «De esta me sacan en televisión». Pero poniéndonos en la picota en pantallas de los programas sensacionalistas de la mañana, dirigidos por personas que como ellos, no saben absolutamente nada de nuestra vida y trabajo. Eso no interesa, no hay sangre.

Esos canales de televisión que no tienen lo que hay que tener para hacer un reportaje de verdad sobre nuestras vidas. Porque solo les interesa la sangre y el sensacionalismo. Puedo aportar pruebas al respecto. El programa Salvados cuando estaba comenzando a preparar el reportaje se puso en contacto con mi persona y me quedó muy claro lo que querían, por eso recibieron la respuesta que merecían, pero eso es otra historia.

Podría escribir varios capítulos sobre este tema, hasta resultar pesado, pero no quiero alargarme. Sirva lo escrito anteriormente, tan solo, como una pequeña muestra. Como siempre ¡¡¡¡BUENA RUTA!!!!.

Foto: Archivo Camioneroleones

¿De verdad el transporte interesa a los políticos y a la prensa?

En un año como este 2.019, cargado de elecciones generales, autonómicas, municipales y europeas; en las que nuestros oídos se han tenido que acostumbrar, o no tanto, a discursos, proclamas de todo tipo, y una llamada generalizada por todos los partidos políticos, a las urnas, poco o nada hemos oído hablar del transporte y sus problemas, tanto actuales como futuros, que lo son, y muchos.

Este país nuestro ya se ha acostumbrado a una realidad, más o menos cotidiana, con política por todas partes y de todo tipo, con noticias que llaman más o menos la atención de oyentes y telespectadores, pero siempre con esa particularidad única que tienen todos los medios informativos en España, en los que las noticias de hoy son olvidadas al día siguiente, o cuando otro titular llamativo y espectacular tapa al resto.

Poco o nada han recogido, más allá de los accidentes en los que está implicado un camión. Hoy mismo no puedo por menos de sorprenderme, por la absoluta ignorancia de los periodistas. Incapaces de distinguir entre un camionero y un transportista.

Metiéndonos a todos en el mismo saco con la polémica de la reforma del ROTT, y la exigencia de poseer el título de F.P. o el Bachillerato para acceder, los aspirantes nuevos, al título de transportista, que faculta al poseedor del mismo para ejercer como nuevo empresario a la profesión. Pero no para los conductores profesionales, que bastante tienen con gastarse el dinero en adquirir los diferentes carnets, acompañados del correspondiente curso de capacitación profesional (CAP). Mezclándolo todo con la falta de conductores, dicen que 15.000. 

Olvidándose, interesadamente, o no, de los bajos sueldos y las condiciones de trabajo. Dias, semanas y meses fuera de casa. Principalmente para que a, aquellos «antonios» que ahora mismo viajan rumbo a las vacaciones, nos vean como un estorbo en las carreteras. Porque cogen el automóvil una vez al año para viajes largos. Mientras nosotros nos quedamos obligatoriamente aparcados para que ellos circulen. Como si todo lo que llevan en el maletero, lo que compren por el camino y a su llegada a destino, se lo hubieran llevado para ellos en exclusiva en helicópteros.

Del mismo modo que no se arma cualquier revuelo correspondiente en esos programas de la televisión sensacionalista de las mañanas. No sea que vayan a perder audiencia, y manden a un reportero a preguntarle directamente a los camioneros.

Tranquilos compañeros de la ruta. Que todavía no veremos a un/a periodista subido en la cabina de un camión pasando penalidades diarias a nuestro lado. Mostrando a esos «antonios» la verdad. Si, que también somos personas, tenemos familias y vidas, que viven con la mima pasión e incertidumbre nuestros problemas, eso sí, en tiempo real.

Tranquilos, que pocos homenajes veremos a los compañeros fallecidos, auténticos profesionales del volante, cuando tristemente nos dejan, ya sea por un lamentable accidente o una enfermedad propia de nuestros años en las carretera; en esos canales sensacionalistas de las televisiones.

Eso sí, primará mucho más los dimes y diretes de famosillos de «bragueta», como la Belén Esteban, o la boda de un futbolista con una modelo y presentadora. De esas y esos que ahora se han convertido en «Influencers» o «Youtubers», porque graban al minuto sus vidas y las cargan en redes sociales con productos que se convierten milagrosamente en «tendencia».

Ironías aparte, como camionero que está cada día subido en un camión, que ve y siente en sus propias carnes los problemas que padecemos por todas partes, no solo los propios, también los del resto de compañeros de carretera. Uno, puesto a comparar unas noticias con las otras, no puede por menos de sentir cierta vergüenza ajena, de cómo esta esté país nuestro, en todos los aspectos.

Dejando de un lado la corrupción y el que aparezcan Pilatos por todas partes lavándose las manos públicamente, creo que es de recibo que también se nos dedique a nosotros al menos diez minutos en los informativos, o por parte de algún político. Para que los camioneros seamos noticia no solo por los accidentes, también por los robos, que todos somos víctimas de ellos, la falta de seguridad en aparcamientos por falta de vigilancia, tanto pública como privada y todo lo demás.

Que el personal anda muy cabreado últimamente. El día menos pensado nos levantaremos con una noticia trágica, en la que algún compañero harto de padecerlos, acabada su paciencia, hastiado de la poca vigilancia en aparcamientos y áreas de descanso, se tomará la justicia por su mano. Que conste que, a pesar de todo, yo no deseo que ocurra, pero tal y como está el panorama, cualquier cosa puede ser posible.

Del mismo modo que vemos noticias que, hasta nos pueden provocar risa, del tipo: “Conductor multado por no guardar la distancia de seguridad al adelantar a un perro”, que sí, que es real, no me la invento, al igual que otras absurdas en su contenido, también se podían tomarse la molestia los periodistas, que ejercen como tal, de dedicar alguno de sus trabajos a la otra parte del transporte.

La que sufre el cabotaje despiadado por parte, no solo de las empresas de los países del Este, también aparentemente nacionales, dispuestas a quedarse con todo, con sueldos de miseria y conductores como esclavos viviendo meses en una cabina por toda Europa sin visitar sus casas, incluso haciendo del camión su vivienda permanente, tan solo para engordar las cuentas de resultados de las multinacionales del sector.

Convertidos como todos en un número más, tele-dirigido vía GPS con control permanente, incluso hasta para que no se haga ni un kilómetro de más, ni consuman un litro más de gasóleo del que sus empresas les marcan como obligatorios.

Es tal el desconocimiento de la población sobre la realidad del transporte que uno alucina, tal vez porque los ciudadanos siempre tienen en las estanterías todo lo que quieran comprar. Si algún día no hay un producto determinado, seguramente será porque el camión no llegó a tiempo en unos horarios marcados por otros, pero así todo en la cadena del consumo, tanto en supermercados, fabricas, hospitales y demás.

Que alguien imagine que ocurriría si cada día no saliéramos a la carretera con nuestros camiones, que piense en el caos correspondiente. Pero no solo los ciudadanos de a pie, también los políticos. Por cierto, entre los primeros también estaría ese tipo de prensa que nos utiliza interesadamente, pero equivocada e ignorante. Incapaces de distinguir entre un camionero, un transportista y una empresa de transportes.

A propósito de la edad de jubilación de los camioneros

@Camioneroleones.- En el transporte por carretera pagamos con nuestra salud las consecuencias de tantas horas al volante, los cambios permanentes en los tiempos de descanso, con el sueño, la gran mayoría de las veces cambiado y a merced de aquellos que, desde una oficina, organizan nuestras vidas, sin tener ni la más mínima idea de lo que es el día a día de nuestro trabajo. Son muchos y muy variados los problemas de salud que terminamos arrastrando con el paso de los años, y que nos llevan a llegar a la edad de jubilación arrastrando los efectos permanentes de los mismos.

Problemas de espalda, de cervicales, trastornos del sueño, problemas estomacales, obesidad, tabaquismo, de corazón, y todos aquellos que me faltan de enumerar y que son muchos. La particularidad propia de este trabajo, muchísimo más duro de lo que parece. Muy lejos de esa idea romántica que tienen la mayoría de los ciudadanos sobre nuestra profesión. Que a veces les da la impresión de que vivimos de maravilla, que somos poco menos que turistas. Una realidad que cuando alguno tiene la oportunidad de verla de cerca, le lleva a cambiar radicalmente de opinión.

Pero lo más grave de todos esto, después de los perjuicios que tiene para nuestra salud, es la falta total de reconocimiento por parte de la administración de esas enfermedades, que sean reconocidas como se merece como enfermedades profesionales, que sean valoradas en justicia cuando deciden sobre nuestro futuro a la hora de la jubilación, o de las pre-jubilaciones. Un problema por el que tenemos que luchar, para que sean reconocidas tal y como se merece. Hasta el punto de que se tengan en cuenta a la hora de ser valoradas. Este problema es muchísimo más importante de lo que parece. Es una injusticia contra la que tenemos que luchar con todas nuestras fuerzas. Tenemos que conseguir que el gobierno de turno legisle al respecto y se nos reconozcan como enfermedades profesionales las secuelas que deja sobre nuestros cuerpos esta profesión.

Porque después de todo, es lo que realmente importa, la salud, es lo más importante. No podemos continuar como hasta ahora, a merced de los caprichos de médicos y de tribunales médicos que se rigen por leyes obsoletas y totalmente injustas, llevados por los consiguientes recortes en materia de sanidad. Del mismo modo que debemos de luchar por conseguir el derecho a poder jubilarnos a los 60 años. No es de justicia que haya profesiones como, por ejemplo, la de guardia civil, que se pueda acoger al derecho de jubilarse a partir de los 55 años. Si, como dice nuestra Constitución “Todos los españoles son iguales ante la ley” ¿Porque no lo somos también en este caso?

Tal vez sea una consecuencia más que arrastramos desde siempre por la falta de unión en el transporte, una falta de unión que nos ha llevado a que seamos una profesión abandonada a nuestra suerte y a merced de los caprichos de gobernantes, esos que hacen y deshacen sobre nuestras vidas a su antojo, porque nunca nos hemos plantado como deberíamos. Ni hemos puesto sobre la mesa a ningún gobierno todas nuestras demandas, y por supuesto, también este tema tan importante como el de nuestra salud. Tendremos que ser nosotros los que de una vez dejemos de quejarnos en público y en privado, para comenzar a dar los pasos necesarios en la búsqueda de soluciones legales a nuestra situación.

Seguramente, llegado a este punto, ahora todos los que están leyendo este articulo, estarán pensando, o habrán pensado ya, en los problemas de salud que cada uno padecemos como consecuencia del ejercicio de esta profesión. Aquel que no los sienta, seguramente será porque no lleva mucho tiempo al volante de un camión. Pero que no sea egoísta, que piense que más tarde o más temprano, terminará padeciendo alguno de los problemas de salud que acarrea estar todos los días en la carretera. Así que pedirle que me permita un consejo: “Que comience a pensar en el futuro y en la necesidad imperiosa de luchar por el reconocimiento de las enfermedades profesionales por parte de la administración”

Por desgracia este es un problema del que nadie se salvará, ni tan siquiera aquellos que cuidan su salud. Tarde o temprano terminará por sentir en su cuerpo las secuelas de un trabajo muchísimo más duro de lo que parece. A partir de aquí, invito una vez más a la reflexión a todos los compañeros, para que tengamos en cuenta la necesidad de reivindicar el reconocimiento y la obligatoriedad de los gobernantes de tenernos en cuenta a la hora de valorar nuestro trabajo como se merece. Como siempre ¡¡¡¡BUENA RUTA!!!!.

Foto: Archivo Diario de un camionero leonés

 

 

 

 

Carta a mi padre

Querido padre: Hoy hace 32 años que te fuiste, más allá de las estrellas. Como siempre, en esta injusta vida, se van primero los mejores, esos que no tendrían que morir nunca. El pasado día 12 de mayo habrías cumplido 95 años, como Machín, que los cumplió el pasado día 9, por ahí anda, con su cacha, de camino al bar cada día, aunque solo sea para comprobar el número que salieron en los «ciegos». En fin, ya sabes, porque lo ves desde allá arriba, la vida que llevamos.

Muchos pensarán ahora que, a santo de qué viene esta carta después de tantos años. Me dá exactamente igual, es más, «me la suda», como suele decirse. Este es mi blog, mi sillón de psiquiatra particular y escribo en él lo que me dá la gana. Solo tú entenderás muy bien el porqué de esta carta.

Lo sabes desde que hicimos aquel pacto a solas, cuando yo tenía 16 años y me pillaste fumando mientras cortaba leña para la calefacción. Yo fumando y a tí te habían quitado el tabaco porque te dio el primer infarto, el tabaco fuera, pero las ganas de fumar, no. Recuerdo perfectamente, como si hubiera sucedido esta misma mañana, tus palabras: «El tabaco es cosa de hombres, si eres un hombre para fumar también lo eres para trabajar, eso que ya lo haces, pero también para tener una conversación de hombre a hombre».

Nos sentamos en un tronco, no recuerdo si fumamos dos o tres cigarrillos, recuerdo la marca «Sombra», siempre tabaco negro, como tú. ¡¡¡Maldito tabaco!!!. La principal clausula de aquel pacto era que absolutamente todo lo que habláramos a solas quedaría siempre entre tú y yo. Me diste permiso para utilizar los secretos que compartimos en el futuro cuando yo lo creyera conveniente. Así fué y así seguirá siendo hasta que me reúna contigo allá arriba y volvamos a jugar un «mano a mano» al dominó, -mi juego favorito-, y consiga ahorcarte el seis doble.

¡¡Cuantas partidas echamos mano a mano cuando viajabas conmigo después de comer!!. Cuando me ganabas y me hacías pagar el café, como es la norma, reías diciendo: «Cuando hayas pagado mil cafés aprenderás un poco a jugar al dominó». Lo reías a mandíbula batiente, pero me dabas siempre la revancha. Incluso sospecho que más de una vez te dejabas ganar para que no decayera mi moral.

Tú, que cuando yo tenía apenas 15 años y fuiste un día a Valencia de Don Juan en aquel Reanult 6 blanco matricula LE-0933-A, te pedí que me compraras una máquina de escribir. Me miraste a los ojos y soltaste: ¡Pa qué querrás tu una maquina de escribir!. Al minuto me mandaste subir al asiento. Llegamos a la tienda, la única que vendía maquinas de escribir, junto con herramientas para la labranza. La ferretería de Sáez de Miera.

Recuerdo la cara del dueño, esperando que le pidieras una picona, un mango para la pala, vertederas para el arado o cualquier otra cosa, pero tu dijiste: «Dale al chaval la máquina de escribir más grande que tengas». Aluciné al ver aquella Olivetti Litera 46 que aun conservo. Luego dijiste: «Pero el chico no sabe escribir a máquina, algun libro habrá que le enseñe». El dependiente sacó un método para escribir a máquina con las pastas azules, que aun conservo. Es más, un día escribiendo en la cocina, al ver que miraba las teclas, fuiste por un rollo de cinta aislante y pacientemente me hiciste tapar las letras. Así aprendí a escribir sin mirar al teclado.

Lo mismo que aquella otra vez, que en el mismo coche, marchabas a Valladolid a la azucarera ACOR en Olmedo. Te pedí una guitarra. La misma mirada, la respuesta: ¡Lo que te faltaba a tí una guitarra!. Riendo marchaste, pero volviste con una guitarra española, que también conservo. Ahí te fallé, nunca aprendí a tocarla, más allá de cuatro acordes, tampoco me preocupé demasiado por hacerlo, pero ya se sabe, nunca es tarde.

Hoy, Sonia y yo, hemos ido al cementerio a llevarte las primeras rosas de este año de nuestro jardín. Porque nos hubiera gustado que estuvieras en nuestra boda el pasado 27 de abril. Pero sabemos que contamos con tu bendición. También con la de su abuelo Hipólito. Pero como sabemos que estáis los dos allá arriba enfrascados en una partida de domino, con los tíos Genin y Julio, aún discutiendo por que alguno se dejó ahorcar el pito doble. Pues nada, aquí seguimos los dos trabajando, más enamorados cada día, pero también más felices cada segundo juntos. Seguros de que veláis por nosotros. Nos dependimos hasta la próxima carta.

Foto. Archivo Diario de un camionero leonés